El espejo secreto de los libros
- Rodrigo Lares Bassa
- 23 ago
- 1 Min. de lectura
Se suele pensar que los libros son simples contenedores de historias, ideas o conocimientos. Pero la verdad es que, al abrir uno, no entramos solo en la mente de un autor: entramos también en un diálogo con nosotros mismos.
Cada lector, según su personalidad, su momento vital o incluso su estado de ánimo, se acerca a las páginas de una forma distinta. Y allí ocurre la paradoja: mientras creemos que estamos leyendo al autor, en realidad también nos estamos leyendo a nosotros.
Los libros son espejos. Un espejo que refleja lo que ya somos —nuestros miedos, heridas, nostalgias y esperanzas— y también lo que aún podemos llegar a ser.
Por eso un mismo texto cambia cuando volvemos a él en otra etapa de la vida. Las palabras impresas son idénticas, pero el lector ya no es el mismo. Y lo que ayer nos pasó desapercibido, hoy puede herirnos o consolarnos con una fuerza inesperada.
Cuando decimos “este libro me marcó”, en realidad estamos confesando: “este libro me reveló un rostro de mí mismo que no había visto todavía”.
La literatura, más que enseñarnos a nombrar el mundo, nos invita a reconocernos en él. A veces, lo más valioso que un libro nos ofrece no es la historia que cuenta, sino el reflejo que nos devuelve.
Entonces, la literatura no es un diccionario, es un espejo. ¿Qué ves tú cuando te miras en un libro?
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