
Abogado y escritor
HISTORIA DE UN CAMINO
(Biografía)
PROEMIO, PRÓLOGO Y EPÍLOGO
***
PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN, CELEBRADO EN EL PARANINFO DE LA ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA
PROEMIO
Con profunda satisfacción y optimista simpatía saludamos la aparición de esta obra que constituye, en sí misma, un acierto diverso y prometedor para nuestra cultura histórica. Sobre los méritos del presente libro se destacan a la par el autor y el asunto. Rodrigo Eloy Lares Bassa –nacido en Caracas en 1975– es un joven investigador formado en las disciplinas del Derecho que él cursó con éxito en la Escuela y Facultad respectiva de la prestigiosa “Universidad Católica Andrés Bello” de la capital venezolana. Su ejercicio profesional ha sido armónico, al respecto, con su actividad literaria. Así de su creación son:“Viajes de un Soñador. Biografía de Wilhelm Georgi Strack”, el valioso también “El Andar de una Vida” – Biografía del insigne maestro, su abuelo, Doctor Eloy Lares Martínez. Con su opúsculo “Hombres de Café” obtuvo el año anterior el Primer Premio (Modalidad Narrativa) del XVI Concurso Literario de la Universidad Pontificia Comillas ICAI – ICADE Madrileña, certamen al cual concurrieron aspirantes universitarios al valioso lauro.
Este volumen “Historia de un Camino” bríndanos el conocer la existencia de un venezolano de excepción, el sobresaliente intelectual y hombre público Doctor Tomás Polanco Alcántara, valor académico de máxima categoría –cual lo prueba el que tres de las siete más altas instituciones nacionales lo cuentan en su seno como Individuo de Número: Historia, Ciencias Políticas y Sociales, Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Española.
En cuanto al asunto de este volumen editorial, Rodrigo Eloy nos ofrece aquí el frente y el perfil de una personalidad continental super destacada: el Doctor Tomás Polanco Alcántara, positivamente una cifra cumbre para nuestras centurias XX y XXI, e insigne modelo para el esfuerzo que la patria reclama y espera.
A la personalidad de Tomás Polanco Alcántara contribuyó su correcta formación estudiantil con la huella notoria de los Jesuitas especialistas docentes, así se forma con sabia moderación la crónica de un camino.
En grado admirable, dentro del ejercicio profesional privado, Polanco Alcántara se ha acreditado con firme solidez irreprochable y lo propio cabe decir de su excepcional ejercicio diplomático. En tres diferentes pasantías ha dado lustre a la representación de Venezuela: dos años en Chile al frente de nuestra Embajada, trece meses en Ginebra responsabilizado con los intereses múltiples patrios e internacionales en la importante capital Suiza y digna permanencia similar por el bienio en España durante coyuntura singular.
El gran capítulo de la obra de Polanco Alcántara como investigador y escritor se refiere, sin duda y para general satisfacción, al género biográfico donde en la Venezuela contemporánea ocupa con justicia sitial puntero. Desde Miranda y Bolívar a Eugenio Mendoza, Augusto Mijares, Pedro-Emilio Coll, Caracciolo Parra Pérez, C. Parra León, Arístides Calvani, Eleazar López Contreras, José Gil Fortoul, Juan Vicente Gómez, Arturo Uslar Pietri.
Este proemio de saludo y felicitación, al unísono dirigido a Rodrígo Lares y a Tomás Polanco, se fundamenta en la más cabal justicia. Ambos merecen el reconocimiento extensivo a sus dignos contornos familiares. Al lado de Polanco se recordará la presencia cooperadora y constructiva de su virtuosa e inteligente esposa María Antonia Fernández. Su familia la componen nueve hijos y veinticinco nietos.
También para la actualidad y el futuro vendrán los Lares integrantes de la estirpe esclarecida por seguir.
Todos cátedra viva consagrada al bien. Su huella en la memoria del país queda como un motivo de júbilo y ejemplo para el desarrollo afirmativo de Venezuela.
J.L. Salcedo-Bastardo
Caracas, 2003
***
PRÓLOGO
El interés que demostraba Rodrigo Lares Bassa desde su adolescencia por la historia y la literatura lo llevó a hacerse muy amigo y discípulo de su abuelo, el ilustre Eloy Lares Martínez, jurista eminente, pero que también hizo de la historia de Venezuela motivo de su interés permanente en el empeño por encontrar en el estudio de los diversos periodos de ese relato las causas de los fenómenos sociales y políticos habían hecho a nuestro país tan difícil su ascenso a la vida democrática.
En numerosas oportunidades dialogué y debatí con Lares Martínez sobre estos problemas de nuestra historia política y social. Lástima que Lares Martínez redujera su obra escrita a las disciplinas del Derecho y de las Instituciones jurídicas venezolanas, dejando a la buena memoria de sus oyentes sus originales conferencia como profesor de historia y su visión del proceso histórico venezolano. Que interesante sus apreciaciones sobre el caso de los regionalismos venezolanos y su presencia en su poder político. Como también su íntimo conocimiento de los problemas del siglo XX con la presencia de los últimos caudillos rurales y del nuevo país que se asomaba cuando Lares Martínez era uno de los estudiantes de la universidad.
Otra personalidad fundamental en el mundo de Rodrigo Lares y a quien tuve oportunidad de conocer y oír, primero como estudiante de bachillerato y después como universitario y también en las conversaciones con el abuelo. Ese maestro fue Tomás Polanco Alcántara autor de una obra histórica original, moderna que lo hace continuador de los grandes autores venezolanos del siglo XIX y de comienzos de nuestro siglo XX.
Tomás Polanco Alcántara dejó un nombre y una obra fruto de sus infatigables tareas de investigación. Si como jurista sus exposiciones en la cátedra y sus alegatos en los tribunales demostraban su sabiduría, el conocimiento profundo del derecho, también como historiador Tomás Polanco Alcántara realizó una obra admirable pues en sus múltiples volúmenes se propuso reflejar y explicar la intimidad del proceso político-militar y social de Venezuela.
La obra histórica de Polanco Alcántara comienza con los estudios biográficos y el análisis de las ideas de Caracciolo Parra Pérez, Caracciolo Parra León, Arturo Uslar Pietro y Pedro Emilio Coll, figuras fundamentales del pensamiento venezolano del siglo XX. Continúa con el estudio de las personalidades políticas de Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras para dirigir luego sus investigaciones al dramático, tumultuoso siglo XIX y buscar con sus obras sobre José Antonio Páez el fundador de la República y Antonio Guzmán Blanco, el autócrata liberal, las claves del tradicional comportamiento de caudillos y líderes en la vida de la república. Estos libros representan el empeño de Polanco Alcántara de explicar a través de grandes escenarios y episodios capitales del proceso histórico, las características de la vida venezolana como Estado, de su atormentado siglo XIX y de las razones de la personalidad histórica del país tan distinta en matices esenciales de cuanto ha pasado en otros países de la misma área continental.
El primer libro de Rodrigo Lares Bassa que conocí fue el que dedicó a la personalidad de su abuelo el eminente jurista Eloy Lares Martínez. Como al comienzo de estas líneas lo señalé, por mi larga amistad con Lares Martínez pude conocer otros aspectos de su personalidad intelectual y su vocación de historiador y sociólogo que no cultivó pues en sus días de estudiante no existía en la universidad venezolana ninguna escuela de historia, ni departamentos para análisis sociológico. Pero puedo afirmar que el proceso histórico venezolano en todos sus capítulos constituía para Lares Martínez un tema obsesionante, así como en el campo de la sociología eran muy originales sus críticas sobre la manera como los sociólogos Ballenilla Lanz o Arcaya querían explicar nuestra historia.
Terminados sus estudios en la Universidad Católica Andrés Bello, Rodrigo Lares Bassa marchó a España para ingresar a la Universidad Complutense y compartir la vida universitaria y académica de la España de este tiempo. Además ampliar sus estudios jurídicos Lares Bassa dedica el tiempo madrileño a cultivar el mundo de la biografía y a inventar personajes como cuentista iniciando así su carrera de biógrafo y de literato.
Coincido con el desaparecido maestro José Luis Salcedo Bastardo en señalar los méritos en la obra inicial de Lares Bassa y en estar seguro de sus éxitos en este campo de las letras que tanto cultiva y ama. Acertada la elección de Tomás Polanco Alcántara para iniciar formalmente su carrera de biógrafo. Pues Polanco Alcántara tuvo una vida ejemplar y dejó una obra perdurable puesta en evidencia en sus numerosos libros que van a perdurar y merecer el estudio de las nuevas generaciones.
Ramón J. Velásquez
Caracas, 2007
***
(EPÍLOGO (SUSTRATO
Hay ciertos libros que, una vez terminados de leer, lo dejan a uno con una sensación inolvidable, particularmente si ese libro remueve bellos recuerdos de nuestra infancia y adolescencia. Es como si la memoria de uno se despertara al leer la última página y comenzara a escarbar en las vivencias habidas cuando estudiamos la escuela primaria y el bachillerato; en especial, cuando uno se ha mantenido durante todo ese largo período en el mismo colegio, viendo en general a los mismos compañeros, visitando los amigos con quienes hemos establecido mas cercanía.
Esto me ocurrió a mí al concluir la muy buena biografía que del Dr. Tomás Polanco Alcántara escribió el también doctor y joven abogado Rodrigo Lares Bassa. Con esto quiero decir que esta es una biografía que permitirá al lector conocer y remontarse por los variados caminos y andaduras recorridos por el biografiado, así como conocer o reconocer los ambientes que lo rodearon y, en no pocas ocasiones lo motivaron y aun llegaron a hostilizarlo en ciertos pasajes de su vida, que el lector habrá encontrado en algunos fragmentos del libro.
Yo también estudié en el colegio San Ignacio del Loyola, y soy hijo de una educación rigurosa que impartían los padres jesuitas. Aprendí mucho en los cursos seguidos y también en los contactos con los profesores, la mayoría de ellos sacerdotes españoles, particularmente vascos. Pero también es cierto que la educación jesuita si bien nos enseñó métodos de estudios y rigor intelectual, poco nos dio a conocer sobre la vida circundante; muchas veces cuando visitábamos centros educativos seglares nos encontrábamos con posiciones, en casi todos los órdenes de la vida, que chocaban con las concepciones que sobre Dios, la religión y el mundo nos habían materialmente inculcado. Nuestro único refugio para escapar de tanto rigor eran las sesiones que sosteníamos con cierta regularidad con el padre espiritual que se nos había asignado. De allí salíamos reconfortados cuando, a juicio nuestro, habíamos incurrido en algún pecadillo: una falta a misa, una desobediencia en el hogar, algún retraso en el estricto horario de entrada, y, llegada la adolescencia, algún pensamiento que ellos consideraban “malo”: se nos repetía con frecuencia “líbranos Señor de los malos pensamientos”. Ni qué decir si ese mal pensamiento había sido extraído de la lectura del considerado “profano y lascivo padre Borges”. Para botón de muestra cito una de sus letanías confesadas: “Acúsome Padre de un mal pensamiento que en las Ursulinas me inspiró Satán…”. ¡Y qué decir si habíamos cometido el acto blasfemo de haber leído el libro excomulgado del escritor toscano Giovanni Papini titulado El diablo, donde el viejo escritor sostenía que Satanás sería rescatado del infierno merced a un acto de amor! ¡Lucifer, el que desafió a su Creador, salvado de las llamas eternas, qué blasfemia!
Tomás a quien conocí muy de cerca en el San Ignacio era un hombre muy religioso, al igual que nuestros amigos más cercanos, algunos de sus compañeros de curso, como José Luís Aguilar Gorrondona, Gonzalo Parra Aranguren y algunos otros que no puede precisar mi memoria. Lares Bassa recoge muy bien este aspecto tan importante de la vida de Tomás, y su cambio o apertura que se le produjo al entrar en la vida universitaria y en el ejercicio de su profesión. Lo cito aquí por ser importante, ya que fue dicho por Tomás al padre Salaverría, uno de los profesores más influyente del Colegio:
“ustedes, no nos han enseñado a nosotros como alumnos a pecar, es decir, ustedes, no preparan a sus alumnos para las circunstancias adversas de la vida y, de esa manera cuando el sujeto se encuentra ante la vida normal, le va bien, pero si está frente a la adversidad se siente perplejo”
Y, a mayor abundamiento al biógrafo cita otra frase pronunciada a Tomás después de varios años: “la educación ignaciana, muy rigurosa y eficaz, ofrece exclusivamente una visión unilateral de la vida, en otras palabras, nosotros y los demás”. Así cierra Rodrigo Lares Bassa el capitulo titulado “La presencia ignaciana de Topol”.
Y es precisamente en este lugar donde más y mejor conocí al famoso TOPOL que firmaba breves artículos, entre humorísticos y cáusticos, escritos para la revista Edasi (Ecos de alumnos del San Ignacio), donde yo también, siendo varios años menor que Polanco Alcántara, solía escribir y publicar algunos de mis primeros versos. En una de esas notas, lo recuerdo bien, le echó bromas a un compañero de mi curso llamado Bernardo Level, a quien llamábamos cariñosamente Rabito. La anécdota es, si el tiempo no me traiciona, la siguiente, a raíz de las grandes manifestaciones estudiantiles, de casi todos los días, que realizaban los estudiantes de los colegios privados, y en especial los católicos, en protesta por la promulgación del Decreto 321 por parte del Ministro de Educación de la Junta Revolucionaria de Gobierno, (1946), presidida por Rómulo Betancourt, muchos de nosotros, ante la arremetida de la policía corríamos a refugiarnos en el Colegio, ya que quedaba muy cerca de la sede del Ministerio de Educación. Cuenta Topol, quien era uno de los líderes de la manifestación, que nuestro compañero Level no sólo se metió en el colegio sino que además se le ocurrió esconderse “bajo la cama de un mitrado”. Al día siguiente de la aparición de la nota todos buscamos a Level quien, entre bravo y sonreído nos dijo: “esa es otra ocurrencia de Tomás”.
Polanco Alcántara finalizó el bachillerato en 1945, cuando mi promoción entraba al primer año. En esa época nos vimos con bastante frecuencia en la casa de más frecuente, la de un amigo muy cercano y querido, Enrique Pérez Olivares, quien era mi compañero de curso. En esa época vivíamos cerca los compañeros que, de regreso a casa al final de las clases, seguíamos lo que llamábamos “La ruta de la pastora”, pues todos, unos seis condiscípulos, morábamos en esa parroquia o en las aledañas, pero en el límite. El padre, la madre y los hermanos mayores de Enrique eran prácticamente nuestros familiares, con ellos íbamos a los locales de la Juventud Católica, a ver deportes, y todos los domingos al cine. El trato fue intenso, aunque cuando yo entré a la universidad, en 1951, comencé a estudiar medicina, Enrique se fue a la facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, y comenzó la inevitable dispersión, pero nunca terminó la amistad. Tomás se graduó de doctor en Ciencias Políticas y de Abogado en 1950.
La ultima vez que ví y conversé con Tomás fue a mediados del año 2002, el año de su muerte, cuando a pedido de su gran amigo José Ramón Medina, presentó en la Galerías de Arte Nacional (GAN), el libro escrito y preparado por mi primo Carlos Silva, sobre el pintor Mauro Mejíaz.
Con el ánimo de serle fiel al gran amigo y escritor que fue Tomás Polanco Alcántara, reproduzco a continuación un fragmento del texto que él escribió en la contraportada de la nueva versión, (junio 2002) del libro Autopsia del Crucificado. Historia médica del Sacrificio de Jesús de Nazaret, escrito por el Dr. Luís Enrique Palacios Ruiz, a quien Lares Bassa entrevistó para colaborar en la hechura de la biografía. Esto lo digo porque, insisto, Tomás nunca perdió su espíritu religioso católico.
(...)
Estoy seguro de que la biografía escrita por el Dr. Rodrigo Lares Bassa constituye un sentido y bien documentado testimonio de la vida y las huellas dejadas por esa vida que tanto le entregó a este país.
Héctor Silva Michelena
Caracas, 28/11/2007
***
PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN
PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL AUTOR:
Debo iniciar las presentes palabras –como lo señalan los grandes tratados de Educación- agradeciendo a los honorables miembros de las Academias Nacionales Venezolana de la Lengua, Historia y Ciencias Políticas y Sociales por haber permitido presentar este acto en su seno. Igualmente, agradecer a la familia Polanco Fernández, sobre todo a doña María Antonia, Tomás Ignacio, Francisco, Manuel Antonio y Beatriz, por creer en este proyecto personal que hoy compartimos una vez materializado. Agradezco muy especialmente a la memoria del doctor José Luis Salcedo Bastardo (a su honrosa familia) quien para el momento en que leyó una primera versión del manuscrito de esta obra, entonces siendo él Presidente de ésta honorable Academia Venezolana de la Lengua, avaló la obra ofreciéndome un Proemio; al excelentísimo doctor Ramón J. Velásquez, gran amigo del biografiado e igual de quien les habla, quien igualmente no dudó en prologar una vez hubo leído la versión definitiva; a don Héctor Silva Michelena, amigo del biografiado desde sus años mozos, quien también elaboró un Epílogo a manera de colaboración; a todas las personas que nombro en la sección Agradecimientos del libro, por haberme permitido entrar en sus casas u oficinas para entrevistarles en cuanto a su amistad y conocimiento sobre el biografiado y; por último, mi agradecimiento a la distinguida diseñadora grafica María de Lourdes Cisneros, amiga personal del biografiado, quien sin su esfuerzo profesional no hubiésemos logrado obtener un producto final de tan alta calidad gráfica.
Dicho lo justo. Debo confesar mi deleite y honra por la realización del presente acto, presidido por el orador de orden don Rafael Arráiz Lucca, numerario de esta Academia, ensayista, poeta, historiador y profesor. Digo regocijo, por supuesto, por lo que implica en sí mismo este acto de salutación al mundo bibliográfico de “Historia de un camino”; pero además de ello, se debe también por los gratísimos recuerdos que vienen a mí al poder volver, por similar motivo, a este célebre Palacio. Palacio que en sus inicios se constituyó en cuna de saberes cuando representó con su edificación a la Universidad Central de Venezuela, Palacio que hoy día se yergue como una Institución que alberga las más encumbradas expresiones intelectuales de la Nación, dividida en sus siete Academias Nacionales:
Academia Nacional de la Historia;
Academia Venezolana de la Lengua;
Academia Nacional de Medicina;
Academia de Ciencias Políticas y Sociales;
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales;
Academia de Ingeniería y del Hábitat y
Academia de Ciencias Económicas
Retomando aquella ocasión en que estuve por igual motivo aquí, fue en 1999 cuando tuve el honor y la dicha de estar parado ante un público tan reconocido como el presente para presentar, en el Salón de Sesiones de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, el libro “El andar de una vida. Biografía de Eloy Lares Martínez”. Entonces, 21 de septiembre de ese año, estando por obtener el título de abogado por la Universidad Católica Andrés Bello, tenía la visión que hoy día, 10 años después, mantengo: Venezuela está llena de intelectuales de hondísimo valor, quienes no necesitan ser próceres ni destacarse en la noticia para merecer unas páginas acuñadas con su nombre en el acervo histórico bibliográfico de la Nación. Hablo de intelectuales que de acuerdo con su nivel de instrucción, esfuerzo y dedicación, aportan su grano de arena en el avance del pensamiento cultural patrio. Ello adviértase y entiéndase en cualquier modalidad de expresión cultural. Porque son ellos, quienes sin esperar nada a cambio y a través de sus esfuerzos cotidianos silentes dirigidos al porvenir de su país, quienes merecen realmente distinciones justas.
Es en este sentido, por lo que considero que hoy es un día de júbilo y de justicia para las páginas de la historia contemporánea venezolana; celebrando la publicación de la obra biográfica “Historia de un camino” que define a un grande venezolano que vivió en un inagotable compromiso familiar y patrio. Hablamos, pues, del destacadísimo intelectual y pensador don Tomás Polanco Alcántara. Hombre, sin lugar a dudas, consagrado al bien.
De don Tomás puedo contarles que inicialmente lo “conocí” a través de sus libros, en los cuales dejaba huella de su personalidad gracias al trazo de su pluma y, posteriormente, en persona a consecuencia de un encuentro social. Entre un momento y otro, recibí de don Tomás una carta donde exaltaba la publicación del libro “El Andar de una vida”, su contenido me conmovió profundamente: ¡¿cómo era posible que una figura tan prestigiosa como lo es Tomás Polanco Alcántara me escriba una carta semejante!? –exclamé entonces en mis adentros. Pues definitivamente, esta misiva creó en mí la curiosidad de poder conocer en persona al autor de tan memorables biografías, a ese prestigioso abogado, a ese noble embajador que llevó en alza por tantos años el nombre de nuestro país Venezuela. Quedó en ciernes el sueño de algún día poder escribir una biografía del biógrafo.
El tiempo transcurrió y la circunstancia se hizo cómplice, encontrándome que un día cualquiera y de manera casuística coincidimos: la señora María Antonia, don Tomás y quien les habla. A partir de ese día los lazos de amistad se iniciaron. Entrevistas y encuentros sociales se sucedieron. De allá a hoy, han brillado lunas, en una de las cuales –en diciembre de 2002- Tomás nos dejó terrenalmente. Estoy seguro que hoy él, donde quiera que se encuentre, asiste al presente acto, espero que junto con mi abuelo Eloy Lares Martínez y José Luis Salcedo Bastardo. A quien sólo puedo decirle: “Cumplí contigo, con ese compromiso que de alguna manera te hice simbólicamente al iniciar nuestras conversaciones: mi estudio de tu vida. Lo mejor de todo, cumplí conmigo, con una meta personal propuesta.”
Esa meta que en un inicio fue un sueño, vista hoy día, me hace cavilar para resolver con optimismo que hay que luchar por lo que uno desea, los límites nos lo imponemos nosotros mismos, que los sueños se pueden lograr si uno le inyecta tesón, paciencia y disciplina. Es, por ello, que hay que creer en Venezuela y sobre todo en su gente; porque Venezuela está colmada de gentes que luchan a diario. Tal y como señalaba don Tomás a sus hijos en su carta “Cuando yo me vaya”: “Ojalá siempre los animé, a ustedes y a mis nietos, un fervoroso amor por Venezuela. Debemos querer, amar y venerar a la Patria. No hay que ocuparse tanto de morir por ella, que casi siempre es inútil, sino de vivir por ella y para ella. Así decía don Augusto Mijares.”
En fin, queda en mí, por un lado, esta satisfacción que el logro otorga y, por otro, la esperanza de alcanzar con “Historia de un camino” el poder cumplir con las propias palabras del hoy biografiado, cuando en esa carta de 1999 me decía:
“Tu libro es hermoso porque resulta útil, pues desde años vivimos un tiempo de negación o desconocimiento de los personajes valiosos de nuestra Venezuela y tú resaltas, con formas precisas, la personalidad de uno de ellos.”
Pues bien, en lo presente espero haber logrado resaltar la personalidad y vida del hoy aquí celebrado Tomás Polanco Alcántara, un caraqueño que conforma la historia contemporánea de la sociedad venezolana: hijo; estudiante; profesional del Derecho; marido, padre y abuelo; diplomático; escritor y numerario de tres Academias Nacionales.
Señores y señoras, sin más que decir además de remarcar mis agradecimientos iníciales y expresar mi inmensa satisfacción por lo presente, quedo de ustedes y al criterio y valoración del lector.
Muchas gracias,
Rodrigo Eloy Lares Bassa
Caracas, 19 de octubre de 2009
***
PALABRAS PRONUNIADAS POR EL DOCTOR BLAS BRUNI CELLI:
Me corresponde hoy, por una de esas casualidades del destino, presidir este acto en el cual el Dr. Rodrigo Lares Bassa nos presenta su libro titulado Historia de un camino, en el cual expone con detalles el tránsito vital de uno de los intelectuales venezolanos más notables de los últimos tiempos, el tres veces académico Doctor Tomás Polanco Alcántara. En efecto, por haber sido Polanco Individuo de Número de las Academias de la Historia, de Ciencias Políticas y Sociales y de la Venezolana de la Lengua, quiso el biógrafo que la presentación de su libro fuese en el ámbito académico y como la Academia de la Lengua es la más antigua de todas, amablemente reclamó el privilegio de ser la sede del acto, a lo cual accedieron gustosamente los distinguidos colegas dirigentes de las otras Academias, Don Elías Pino Iturrieta, Director de la Academia de la Historia y Don Román Duque Corredor, Presidente de la de Ciencias Políticas y Sociales, aquí presentes, copresidiendo la reunión. El Doctor Rafael Arráiz Lucca, Individuo de Número de la Academia de la Lengua, será en esta oportunidad el orador de orden a quien le corresponderá hacer el juicio crítico del libro, y yo ahora sólo me limitaré a una brevísima referencia al recuerdo de la fraternal amistad que me unió al biografiado y a la satisfacción de haber actuado con el Dr. Polanco en un buen trecho de la vida académica compartiendo vivencias e inquietudes. En 1979 siendo yo Primer Vicedirector de la Academia de la Historia, y debido a la inesperada y lamentada muerte del Dr. Don Héctor Parra Márquez, me correspondió asumir la Dirección de esa Academia. Al poco tiempo el Dr. Polanco fue electo Individuo de Número y tuve entonces el inmenso honor de ser yo quien le tomó el juramento de Ley y de ponerlo en posesión de su respectivo sillón académico. En esta Academia de la Lengua estuve entre los proponentes para su designación académica, que se efectuó con el beneplácito de todos los presentes. En todas las Academias a las cuales perteneció fue el Doctor Tomás Polanco un colaborador constante y responsable en el cumplimiento de tareas delicadas e importantes. Un ejemplo de ello fue su protagonismo decisivo en la redacción del documento que la Academia Nacional de la Historia le presentó al Presidente Herrera Campins sobre la llamada propuesta de Caraballeda en el delicado asunto de la delimitación con Colombia, documento que mantiene su vigencia y que la Academia exhibe como una de sus contribuciones más importantes a la defensa de los intereses de Venezuela. Fue siempre el Doctor Polanco en su trayectoria académica un hombre de conciliación, de equilibrio, de sensatez, de sabiduría y de mucho y bien entendido patriotismo.
El libro cuya presentación hoy nos congrega, acertadamente apela en su título a la antiquísima metáfora del ‘camino’ para significar que el biografiado no sólo se hizo su propia senda, sino que supo andarla con todos los atributos de la gallardía y la nobleza. Un camino en el que dejó huellas perdurables: una bellísima familia, homogénea en las virtudes, presidida hoy muy dignamente por su viuda nuestra muy querida María Antonia; una fecunda obra literaria e historiográfica, orientada principalmente a resaltar con justicia los héroes militares o civiles que le dieron forma y presencia a Venezuela; una ejemplar vida pública, en la cual brillaron los valores de la honestidad, la eficacia y la devoción a la Patria; una intachable actuación profesional y docente en el campo de la Jurisprudencia y el Derecho, y por último y no menos valiosa como otra huella en el camino de su vida, su noble condición humana, la pureza de su cristianismo, dispuesto siempre al cultivo de la amistad, a la búsqueda de la verdad y la práctica del bien. El libro que hoy nos presenta Rodrigo Lares Bassa logra con mucho acierto resaltar esas huellas que quedarán para siempre y como un ejemplo para los venezolanos en las páginas de la Historia de un Camino. Señores.
Blas Bruni Celli
Caracas, 19 de octubre de 2009.