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HOMBRES DE CAFÉ

(Novela)

 

“(…) el texto es un relato en toda regla. Y es un relato corto, claramente narrativo, magníficamente escrito, nos ha parecido. (…) destacamos en él y le damos el primer premio por su nivel de expresión, por la delicadeza, la hondura de su calado, de su trazado narrativo.” (Palabras del Jurado publicadas en el folleto de Certámenes y Concursos 2001-2002)."

Extracto del veredicto del Primer premio de Narrativa Florencio Segura, Madrid, España.

"Hombres de café, de una narración crítica, sensible y rica en su lenguaje."

Rosalina García

"Este libro me fue conquistando de a poco. Tiene un lenguaje rico en matices y vocabulario. Sus personajes son bien construidos, las características en ellos son verosímiles."

Carolina Iglesias -lectora chilena- de su Blog "Comentarios varios sobre libros" (http://carolinaiglesias.blogspot.com)

RESEÑA EDITORIAL Y PALABRAS DE PRESENTACIÓN

 

 

RESEÑA DE LA EDITORIAL VENEZOLANA LECTOR CÓMPLICE

 

         Hombres de café, el nuevo trabajo narrativo del escritor Rodrigo Lares Bassa, nos ofrece una selección de tres relatos articulados en una prosa vital, rica en descripciones y en la belleza sensorial que se desprende de las tradiciones populares. Estos recursos otorgan unidad intimista a la historia y hondura existencial a sus personajes afincados en una geografía telúrica. El autor dibuja toda una arqueología de acciones que se desgajan de hechos sencillos, cotidianos y no por ello menos entrañables.

 

         Lares Bassa demuestra una profunda sensibilidad artística en su retrato de parajes que solo la magia de la ficción hace visibles. La voz del narrador se alterna con la voz de los protagonistas, creando una suerte de contrapunteo donde prevalece la crónica íntima de los sueños particulares. Cada personaje deja sus huellas en las reflexiones, en su lucha a la sordina por mantener un cierto orden y, sobre todo, en el rastro indeleble del amor, la fe y las ilusiones en un futuro mejor.

 

         En Hombres de café el lector hallará una crítica pertinaz hacia un sistema gangrenado por la corrupción, la ineficiencia, el desgaste psíquico. El cuestionamiento implícito en la narración se puede interpretar como una metáfora del país, donde un presentimiento irrumpe para resquebrajar el orden cotidiano y será necesario avanzar, página a página, para seguirle el rastro a ese presagio que atraviesa toda la historia, mientras los habitantes del pueblo esperan el supuesto e inminente suceso entre comentarios ingenuos, expresiones de impotencia, resignación o indiferencia.

 

         Rodrigo Eloy Lares Bassa, rescata lo esencial del interior venezolano con sus tradiciones y leyendas matizadas por el aspecto sobrenatural, como el fantasma de La Bellados, que le otorga a la narración la fuerza de la raigambre popular en la concepción de la gente sencilla del pueblo. Las existencias imbricadas en lo rural, la calidez que se desprende de la voces que componen cada narración, las fiestas y rutinas convergen en su proximidad con el ethos y otros aspectos recónditos del espíritu y el alma colectiva que perviven en la memoria.

 

         El relato que da título a la presente obra, “Hombres de café”, fue galardonado con el Primer Premio de Narrativa en el XVI Concurso Literario “Florencio Segura” de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid en 2002. Al año siguiente apareció en una publicación interna de esa casa de estudios.

 

         En 1999 Lares Bassa entregó su primer libro, El andar de una vida, y en 2001 presentó Viajes de un soñador, ambos de carácter biográfico. A continuación inició su ciclo narrativo con la publicación de su primera novela, Hilos de esperanza (Biblioteca Nueva, Madrid, 2005), que tiene interesantísimos vasos comunicantes con Hombres de café, libro que al perecer decide el destino del autor por el ámbito de la ficción narrativa, una materia que maneja con decidido dominio y talento. 

 

José Morales

 

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PALABRAS DE PRESENTACIÓN, A DOS VOCES

 

PRIMERAS PALABRAS:

 

         “Hombres de café”  es una poderosa trilogía narrativa, enmarcada dentro de un pórtico y un epílogo, donde Antonio Palés, hablando como el autor,  dice que intenta comprender, a través de las líneas “por qué estamos como estamos” y citando a Joseph Conrad afirma que su inspiración “proviene de la tierra y la tierra tiene un pasado, una historia, así como un futuro; la inspiración no proviene del cielo frío e inmutable” para mostrar su tierra a través de sus escritos.

 

         En “Pueblo Besugo”, Rodrigo repite una frase que es el eco de nuestra preocupación diaria en Venezuela: “algo malo va a suceder”. Con el café como hilo conductor, la venezolanidad se hace presente en cada página, desde los nombres de los canarios y los periquitos Pichón, Frijolito, Pepe, Guarandol, Chispita y Piquito, pasando por las ricas descripciones de personajes, parajes, sazones, comidas, bebidas, trajes típicos y supersticiones, hasta llegar a profundas reflexiones sobre la justicia, la decencia y el honor.

 

         “Romance en solsticio de verano” es una historia de amor de una pareja que en el otoño de sus vidas se aman como en la primavera. Rescato una maravillosa frase “¿Y es que acaso por tener arrugas nos encontramos con la obligación de estar castrados del corazón?”.

 

         Y “Hombres de café” relata la historia de un filósofo y sus hijos donde la columna vertebral es algo de lo que resulta tan pertinente hablar en estos momentos: de valores.

 

         Cuando prologué su libro de artículos titulado "Ideas en tinta y papel", escribí sobre el enorme compromiso que para Rodrigo significa ser nieto de Eloy Lares Martínez. Él lo ha asumido con gallardía y entusiasmo. Su abuelo, dondequiera que esté debe sentirse muy orgulloso de leer “Querido hijo mío: ahora que comienzas a vivir de tu independencia nunca debes olvidar que la grandeza de los méritos y el honor de hallarse respetado se conquistan a través del dolor que suponen las cicatrices de la experiencia”.

 

         Gracias, Rodrigo, por el honor de presentar tu libro. Gracias por tu tenacidad al seguir escribiendo, publicando y haciendo camino al andar.

 

 

Carolina Jaimes Branger

Caracas, 6 de febrero de 2014

 

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SEGUNDAS PALABRAS:

 

         Con grata complacencia acepté decir unas palabras en la presentación del libro Hombres de café del joven abogado Rodrigo Eloy Lares, quien ya cuenta con una importante obra literaria. Compartir esta tarea con Carolina Jaimes constituye un honor adicional.

         

         Las diferentes civilizaciones han estado signadas por la actividad económica que realizan y, desde luego, la agricultura  es una actividad que ha marcado la idiosincrasia de muchos pueblos. Cuando  los  hombres del  neolítico, o más bien probablemente las mujeres de ese período, inventaron la agricultura hace unos ocho o diez mil años, se produjo la primera revolución, una verdadera. En ese entonces la humanidad dio un paso gigantesco al pasar de una vida de trashumancia en búsqueda de animales para cazar y de especies vegetales para recolectar, a una vida sedentaria que permitió el crecimiento de la población, la fundación de aldeas, pueblos y ciudades, así como la división del trabajo. Ya nuestros ancestros no tenían que dedicar todo su tiempo a la búsqueda de alimentos. No se dedicaron al dulce far niente, sino que diversificaron sus actividades, naciendo así albañiles, carpinteros, músicos y otros especialistas. En última instancia inventaron la escritura y con los primeros signos cuneiformes surgieron los escritores, unos buenos como nuestro autor reseñado, otros malos y hasta algunos historiadores perversos que distorsionan los hechos para vender su verdad.

 

         El primer cultivo domesticado quizá en las márgenes del Tigris y del Eufrates probablemente fue el trigo, uno de los alimentos más completos, tan completo que los presos duraban años en las mazmorras solo a punta de pan y agua. Por cierto que si fuese en esta época perecerían rápidamente por la escasez de pan. En nuestro turbulento trópico  se desarrollaron  civilizaciones  alrededor del maíz, de la  yuca y de la papa.

 

         El maíz constituyó la base de la alimentación de muchos pueblos y fue tan importante que el Popol Vuh maya nos narra que de masa de maíz se formó el hombre. La arepa de maíz fue la base del desayuno de los venezolanos cuando en esta Tierra de Gracia la población era mayoritariamente rural. Su consumo fue desplazado por el pan de trigo, como consecuencia de la entrada de la mujer al mercado de trabajo y el tiempo que consumía moler el maíz en máquinas manuales. Gracias al invento, por parte del grupo Polar, de la harina precocida, la arepa retomó su importante papel, hoy nuevamente amenazado por la escasez del producto como consecuencia de la indebida intervención del petroestado. La yuca fue un cultivo de suelos pobres de sabana y de terrenos robados a la selva. La papa estuvo confinada a la zonas andinas. El antropólogo Mario Sanoja en su libro ¨Hombres de la yuca y el maíz¨ recalca que la “La agricultura no es una simple reunión de técnicas para producir alimentos, sino el fundamento de grandes sistemas económicos, sociales y políticos…”.

 

         El café es originario de Etiopía. En un tiempo fue considerado un cultivo subversivo ya que en los cafés se  reunían los opositores a criticar al gobernante de turno. Así, en 1511 Khair Bey cerró las cafeterías, pero una rebelión lo obligó a volverlas a abrir. También en 1676 Carlos II de Inglaterra hizo lo mismo y tuvo que retroceder, lo cual demuestra que cuando los ciudadanos protestan con fuerza los gobernantes tienen que revocar medidas arbitrarias. En Estados Unidos la revolución se inició en la cafetería Dragón verde, popularizándose el café cuando arrojaron al mar las pacas de té. Una ley turca permitía que una mujer se divorciara si su marido no era capaz de darle su ración diaria de café. Y cuando al papa Clemente VIII lo presionaron para que prohibiera su consumo por ser una bebida de los infieles contestó que era demasiado bueno para dejárselo solo a ellos. Voltaire consumía 40 tazas de café al día para ¨mantenerse alerta y luchar contra tiranos e imbéciles¨.

 

         Llegó a nuestras tierras alrededor de 1730, procedente de Brasil y traído por el padre Gumilla. Los presbíteros Palacios y Sojo y García Mohedano, establecieron plantaciones en las haciendas La Floresta y Blandín, en Chacao, propagándose a los estados andinos y a Lara.

 

         El cultivo del café es de tipo permanente, por lo que protege a los suelos de la erosión y proporciona trabajo todo el año, ya que requiere poda, fertilización, control de plagas y enfermedades y por último la cosecha, todas actividades manuales. Su importancia no solo deriva de estas características, sino de que su consumo es muy importante desde el punto de vista del compartir socialmente y sus áulicos dicen que es beneficioso para la salud. En Venezuela los consumidores piden infinidad de tipos de café: negrito, corto, largo, marrón, con leche, tetero, guayoyo, etc... Fue el principal producto de exportación y tuvo que enfrentar al menos cinco crisis mundiales que derrumbaron los precios. Es un mito que el petróleo hizo perder importancia a este cultivo.

 

         Sobre el café y de los hombres que giran alrededor de su cultivo, comercialización y consumo, Rodrigo Lares teje tres deliciosas historias que nos ponen en contacto con las vicisitudes de este prestigioso brebaje en apartados parajes de nuestra geografía.

 

         Camilo, el productor de café de San Sebastian de Casiquiare, experimentaba los mismos problemas que tradicionalmente han sufrido nuestros productores, sea café o maíz, quejándose de que los precios fijados por el gobierno no cubrían sus costos de producción. Domingo, el  dueño del abasto de origen europeo y emprendedor como todos los inmigrantes, ante la escasez del producto empaquetaba cada vez menos granos y los consumidores se quejaban de los altos precios.

 

         Mario, el repartidor del café y de otras mercancías escuchaba en la radio las últimas noticias: ¨la violencia en el país, no disminuye, la delincuencia le gana terreno a la policía a pasos agigantados. El agente Yoan, de 23 años, fue ultimado de un disparo por unos antisociales¨. Mario reflexionaba que ¨en el país podían vivir de dos maneras; una obviando los temas políticos con lo cual vivían tranquilos, o dos, atentos a ellos con lo cual pasaban a sufrir una especie de persecución¨. El mismo Mario comenta que ¨Nos estamos convirtiendo en un pueblo desmemoriado que solo está atento al presente y rezando por el futuro, un pueblo que al final no quiere entender que el mañana depende de nosotros mismos¨. El ambiente lo recrea el narrador afirmando que ¨corrían tiempos de un régimen férreo que tenía cercenada la libertad de expresión¨. A  Tururu, el dueño del Café La Pajarera le mataron al hijo que se fue a la capital a estudiar medicina. Se volvió loco. Dialogaba con su perro, el cual un día le dijo¨ Aquí todos esperan un mesías para que les solucione sus problemas y siempre andan preludiando algo que sucederá, sin darse cuenta que las cosas están sucediendo. Y se hablan unos a otros sin dialogar ¡no se oyen!". ¿Algo conocido, verdad?.

 

         En Casa Cabras, los heridos eran llevados al centro asistencial en vehículos particulares, el médico era esperado desde hace tiempo y los dos equipos de radioterapia no funcionaban. Sin embargo, irónicamente, un gran letrero señalaba que "la misión del centro era proveer servicios sanitarios especializados y brindar una atención personalizada  y de calidad". "Esto no es normal, nos están engañando, aquí va a pasar algo muy malo", comentó una enfermera.

 

         El pueblo de Algodones del Pinar, llegó a ser prospero hasta que el gobierno tomó la hacienda principal, fusiló a unos cuantos y el resto de la población se dispersó. Un puente se cae, como muchos en la actualidad, dejando aislada un pueblo y en el a Martínez, rector de una universidad, quien entre sorbos de café, aprovecha para sermonear a los asistentes: ¨Aquí lo que se busca es lograr la dependencia total del ciudadano, el  control de los poderes, usar la violencia para amedrentar y la radio para hacer proselitismo, cada vez quedan menos emisoras y las que quedan se autocensuran, hay destrucción de la capacidad productiva privada, se realizan elecciones como mecanismo de legitimación y la regionalización como mecanismo para regalar dinero y comprar voluntades, y se impone el miedo¨. En la radio informan de un motín en una cárcel y del incendio en un complejo refinador. En el abasto un letrero anuncia que no hay carne, ni pollo.

 

         En  Romance en solsticio de verano,  disfrutamos la vena poética del autor cuando uno de sus personajes dice: ¨Cómo me costó comprender ese delicado y hermoso detalle de la vida: reir, hay que reírle a la vida a pesar de las contorsiones que pueda depararnos el camino¨. La excusa de tomar un cafecito servía para indagar noticias de un romance lejano. Reencuentro con ese amor platónico y el temor a la soledad   son descritos delicadamente por el amigo Lares.

 

         La vida en San Sebastian de Casiquiare era sencilla, como eran antes los pueblos cuando no había motocicletas. El cafecito era obsequio obligado para quienes visitaban una casa. Después del trabajo la tertulia familiar con los chismes del día. Los domingos misa y luego a la cafetería para escuchar a los notables del pueblo. Unos granos saben a tierra tostada y otros son amargos. El ligadito, aguardiente con café tenía gran demanda. Un hijo del pueblo de nombre Hugo se fue al ejército, tuvo varias mujeres. Cuando pasó a retiro lo designaron prefecto del Canapigua de los Valeares, en donde cometió toda clase de tropelías; hizo dinero y adquirió tierras. Posteriormente lo designaron prefecto de San Sebastian de Casiquiare donde llegó haciendo todo tipo de promesas, entre ellas hacer de San Sebastian la principal fuente cafetalera del país. Una potencia cafetalera como se diría hoy día. Quiso casarse nuevamente estando su esposa viva, a lo cual se negó el cura del pueblo que por ello perdió la ayuda económica de la prefectura y el tal Hugo además se dedicó a malponerlo con los curas de pueblos vecinos. Hugo perdió la razón. El gobierno del general presidente fue derrocado. El pueblo empezó gradualmente a florecer.

 

         En el epílogo, el autor confiesa con cierta angustia que escribía para encontrarse con la esencia de su tierra, para entenderla y contársela a sus coterráneos. Escribía sobre lo contradictorio de lo visto y lo vivido, sobre un sitio donde existía una ciudad de lujos, al lado de un pueblo olvidado, un sitio donde existía ignorancia, miseria y por lo tanto despotismo. Un país donde prevalece el yoismo. Escribía para intentar sembrar una semilla que ayudara a regenerar los valores humanos. Creo que Rodrigo lo consiguió.

 

         Felicitaciones y los invito a leer y divulgar estos deliciosos y aleccionadores relatos. Algo malo va a pasar, dicen varios de los personajes del libro. Estoy convencido que algo bueno va a pasar y mientras tanto espero que nos tengan un cafecito, eso sí que sea un ligadito.

 

Eddie A. Ramírez S.

Caracas, 6 de febrero del 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2021 por Rodrigo Lares Bassa
 

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