Entre el deseo y el silencio (*)
A ti, que eres deseo y condena: Estoy sentado, con la pluma en la mano, mirando la hoja en blanco, sintiendo cada palabra arder antes de escribirla. No puedo callarlo más. Te amo. Te amo con un fuego que me quema por dentro, con un deseo que me arrastra como olas contra el pecho, con una fuerza que me deja exhausto cada vez que finjo normalidad, cada vez que sonrío como si nada ardiera. Te amo aunque sea prohibido. Aunque sea absurdo. Aunque me condene a vivir en sombras,
Reflejos (*)
I Es cierto: estoy perdido. No comprendo qué sucede ni dónde estoy. Nunca me había pasado algo semejante; al contrario, siempre me he...
Hombres de café (*)
El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error. Estaba sobre la mesa, esperando a ser tomada de la mano e invitar, con su singular aroma, a comenzar el día que apenas se iniciaba. Frente a ella había una ventana que aún dejaba ver la luna. El gallo Horacio no había despertado, era de madrugada, el alba fría se hacía sentir. Frente a la ventana había un sencillo fogón, un molinillo y una rudimentaria cafetera; todo junto, con la mesa y sus sillas, con
