Cuando el puente aparece
- Rodrigo Lares Bassa

- 1 ago
- 2 Min. de lectura
Hay momentos en que uno tiene una intención que no busca imponerse ni demostrar nada. Solo quiere existir. Una intención que nace del corazón, sin ruido, sin ego, con la convicción tranquila de que es justa, buena y honesta. Y entonces ocurre algo: el mundo, de alguna forma que no siempre entendemos, empieza a tender puentes.
Es difícil explicarlo. A veces lo llamamos suerte, otras veces sincronía pero, en el fondo, sabemos que hay algo más. Cuando actuamos desde ese lugar profundo y sincero, la vida misma parece querer ayudarnos. Como si Dios —o la energía que cada quien nombre como sagrada— quisiera concedernos eso que queremos.
No se trata de magia fácil, ni de pensar positivo para que todo ocurra. Es más bien una geometría invisible: una alquimia entre lo que somos, lo que deseamos y lo que necesitamos aprender. Cuando uno se alinea con eso, la vida responde. Rumi lo dijo con una claridad luminosa: “Cuando das el paso, el puente aparece.”
Esa imagen me acompaña desde hace tiempo. Y me ayuda a recordar que el puente —ese paso, esa oportunidad, ese encuentro, ese alivio— no siempre está visible. No siempre lo veremos desde la orilla, pero hay que avanzar, porque a veces, solo cuando confiamos y caminamos hacia lo incierto, es que el puente se revela.
Ese puente puede tomar muchas formas: una persona que aparece justo cuando más la necesitas, una idea que te salva, una señal inesperada, una puerta que se abre cuando ya estabas por rendirte. A veces lo llamamos milagro o decimos que fue cosa de Dios o de un ser querido que ya partió, de un ángel… y está bien. No importa el nombre. Importa el eco, la fe.Importa esa sensación profunda de que no estamos solos, que hay algo que quiere ayudarnos… pero necesita que primero confiemos y, sobre todo, que confiemos en nosotros mismos. Por eso creo que la fe no es solo un acto espiritual, sino también un acto creativo, también de una confianza radical en que dentro de nosotros hay algo digno de cumplirse y de estar abiertos, con humildad, en aprender las lecciones de vida que se nos presentan para crecer; y, por supuesto, que si damos el primer paso, lo demás llegará. No todo a la vez, no sin esfuerzo pero sí con señales, con caminos que se van dibujando paso a paso.
Hay algo más que me gusta pensar: así como el puente aparece para nosotros, también podemos ser puente para otros. Cuando amamos sin miedo, cuando ayudamos a alguien a cruzar su propio abismo, cuando creemos en alguien incluso cuando esa persona ha dejado de creer en sí misma. El amor también es puente y cuando se da con el corazón abierto, une orillas que parecían imposibles de alcanzar.
No siempre veremos el camino claro pero si tu intención es limpia, tu corazón firme y tu fe despierta… ¡camina!, porque al dar el paso, lo verás: el puente aparece. Y cuando el puente aparece: la fe como arquitectura invisible.

Comentarios