Entre hienas y luciérnagas
- Rodrigo Lares Bassa
- 30 jul 2017
- 2 Min. de lectura
La vida, para ser vida, real, debe componerse de días oscuros y claros; unos cortos, otros largos pero todos siempre finitos, aunque a veces no lo parezca. Y es así que se conforma la historia de un país, siendo así que hay días que por su devenir se constituyen en hitos para su historia, el cual será explicado en las aulas escolares de las futuras generaciones. Hoy será uno de esos días...
Los ciudadanos de bien, como luciernagas, deben continuar brillando con su andar, sin decaer, jamás apagar la luz de sus esperanzas personales. Deben continuar brillando para iluminar los oscuros ojos de las hienas que yacen, y se hunden más y más, en el barro; porque las luciérnagas aunque rocen el barro, siguen brillando.
Hay que apoyarse en la verdad de que: a cada quien la justicia le llega, sea triunfadora o castigadora. Porque aunque no lo parezca, aquél -en su conciencia- sabe que cada vez que no cumple una promesa o hace lo incorrecto, desaparece un poco más en la memoria de los otros. Y eso, de por sí, ya es justicia.
En momentos desdichados recuerda que abrazar con el alma funciona como sutura; que no puedes cambiar el mundo, pero sí puedes cambiar tu mundo; que cuando naces en un mundo en el que sientes que no encajas, es porque has nacido para ayudar a crear uno nuevo. Ten paciencia y estoicismo. ¡Recuerda!: el poeta, ese que nos mira desde el cielo, es un sembrador de luciérnagas en la noche oscura del alma, y; que su poesía es perfume del silencio convertido en acciones.
No olvides que, al fin y a cabo, un árbol que se cree solitario encuentra su verdadero significado cuando comprende que hace parte de un bosque.
"La eternidad por fin comienza un lunes"
Eliseo Alberto
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