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Del pueblo y sus gobernantes, cuales amantes.

  • Foto del escritor: Rodrigo Lares Bassa
    Rodrigo Lares Bassa
  • 27 jun 2016
  • 2 Min. de lectura

La relación entre el pueblo y sus gobernantes es como la de aquellos amantes que un día se aman y otro no; en donde tienen que vivir una constante comunicación para no olvidarse. Y en ese tira-y-encoje de entendimiento mutuo es en el que se balancea su tempo y clímax, siendo los sentimientos el factor que enlaza a esos amantes, tan particulares, en donde uno empodera al otro al creerlo facultado para materializar sus deseos mientras el otro, a su vez se cree el apoderado de todas las verdades y soluciones.

Nace así, una desventura por cumplir quimeras... Y es entonces cuando comienza a andar esa relación amorosa y tormentosa, que tiene una línea muy tenue en donde baila el desentendimiento y al Ego como motivador para cruzarla.

Cuando el Ego empuja, ganando la falta de comunicación, ocurre ese quiebre, entre la realidad y la promesa no cumplida, una lucha de contrapesos en donde la única ganadora es la distancia entre los otrora amantes, teniendo como primer paso, multiplicador, de esa lucha estéril y macabra el de la ignorancia de uno contra otro, de quienes presumen saber y creer que no necesitan aprender ni oír nada más. Entonces llega el momento crudo del golpe en la cara que consiste en descubrir que los logros nacen de uno mismo a través del propio esfuerzo y no de sentarse a esperar a que se cumpla aquello que se proponía como posible, cuando era imaginario.

Ahora, el desentendimiento es desencanto, comenzando a advertirse -porque antes, cuando enamorados, pasaban por inadvertidas-, una tras otras, la sucesión de pequeñas situaciones que recrean en un todo el desequilibrio y la injusticia. Es en ese momento cuando la brecha que ha venido labrando la distancia, ahora separa con lejanía a los antiguos enamorados... y uno le recrimina al otro: Cuando mientes, robas al otro el derecho a la verdad. Cuando engañas, robas el derecho a la equidad.

Pero no es tarde, nunca se es viejo para rectificar, siempre y cuando se comprenda que el poder de cumplir los deseos nace dentro de uno, hay que comprender que las sonrisas de la gente rota son las más bonitas, porque sonreír desde la tristeza... cuesta el doble. Ahí yace la semilla del envalentonamiento, regada de esperanza. Es cuando, aunque la distancia parece interminable, con disimulo, la sombra de uno acaricia la del otro y uno de ellos, ególatra, no advertirá la venida de su destrono.

"Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa,

procuro hacerla enseguida."

Pablo Picasso

 
 
 

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