Del abismo entre insultar y un café
- Rodrigo Lares Bassa
- 23 may 2016
- 2 Min. de lectura
Dicen que "el que grita es porque se quedó sin argumentos" podríamos agregar a esa frase, entre otros, los verbos "amenazar", "insultar", "menospreciar" porque -al fin y al cabo- quien conoce sus limitaciones y las acepta, nunca llegará al punto de ejercitar las acciones antes citadas. El que acepta, calla y aprende. Dicho en otras palabras, la libertad de expresión, como todos los derechos, tiene sus límites, marcándose su línea en ese punto en donde comienzan los del otro, ahí terminan los de uno. No existe el derecho a insultar, ni el de amenazar, eso no es libertad de expresión, sino vulneración de los derechos, falta de educación y gamberrismo.
Leí por ahí algo así: "En la antigua Grecia, «solo sé que nada sé»; hoy en día, «¿usted no sabe quién soy yo?». Pareciera que cada vez nos alejamos más de nuestra esencia humana, sustituyéndolo todo por lo superfluo; acercándonos terroríficamente a la satisfacción por el fracaso ajeno -que no es más que el triunfo del mediocre. ¿Será que los tiempos se han invertido proporcionalmente a su avance?.
Una de las herramientas que nos salva de caer en la mediocridad, la impaciencia, la agresividad y nos acerca a conocernos -al mismo tiempo que conocemos el mundo que nos rodea- no es tan antigua como Grecia, pero sí es ancestral: el Libro. Porque el mal humor -e incluso el mal de amor- puede no ser tan malo si tienes el libro indicado. Al final hablamos de educación, de superación... todos nacemos tabla rasa y un libro puede ayudarnos; sus páginas pueden lograr que nuestro día a día sea más placentero, menos traumático.
Leer no tiene contraindicaciones y puede salvar más cabezas que un casco; pues si en tiempos "normales" siempre un libro es recomendable, en tiempos "difíciles" más aún lo es. Recuerda siempre que, por un lado, la felicidad no se compra (hay que buscarla...) y un libro, que sí se puede comprar, es básicamente lo mismo y; por otro, que la vida se resume en un juego de contrapeso entre polos opuestos y, en qué punto entre ellos queremos estar, depende de nuestro albedrío (de nuestra hondura intelectual); es por eso que para decidir necesitamos conocer los puntos opuestos, leer, aprender; siendo así, por ejemplo, la tristeza para conocer la felicidad, el ruido para apreciar el silencio y la ausencia para valorar la presencia, ¿Dónde nos situamos?.
Recomendación: hacer un pequeño paréntesis en la rutina, escoger un libro y disfrutarlo. Una ñapa al consejo: Hacerlo con un café humeante, porque una taza de café está llena de ideas... además, invita al dialogo.
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